
El 28 de julio me quedé asombrado al escuchar al Presidente Alan García. Creí estar soñando al escuchar tanta maravilla que discurría del verbo florido de su “majestad”. ¿Estaba hablando del Perú o del edén ideal que anhela todo ser humano? Miré a todos lados absorto, atónito, admirado… ¿Estaba en la tierra o en el cielo? Palpé mi cuerpo, abofeteé mi rostro, quería despertar de aquel mágico sueño. Pero me di cuenta que era una triste realidad. Aquel parlanchín de embrujo encandilaba al pueblo, describiendo un Perú extraordinario, insólito, mítico… Un Perú con muchos millones y millones de dólares, con millones de celulares vendidos; con agua, desagüe, luz, teléfono y con una disminución considerable de la pobreza, del analfabetismo y seguro integral de salud para todos los peruanos. ¿Será verdad tanta maravilla?...
Todos somos testigos de ver a niños que vende caramelos, que lustran zapatos, que cantan en las calles, que lavan carros y muchos de ellos duermen en la calle. Cuántas noticias, han llegado a nosotros de incendios, producidos por una vela, que ha devorado casas humildes y ha calcinado cuerpecitos indefensos de niños inocentes. Cuántos niños mueren desnutridos o con enfermedades infectocontagiosas por no ser atendidos en un centro de salud rural, pues no hay médicos o medicinas, o simplemente les dan un Paracetamol o Iburoprofeno. ¿Por qué ha aumentado la delincuencia? ¿Por qué la mujer se prostituye? ¿Por qué protestan los campesinos, los nativos y cuanto trabajador hay en nuestra Patria? ¿Por qué? ¿Es verdad que vivimos en un país Maravilloso, de ensueño o paradisiaco? ... La respuesta está en nosotros.