
El telón del nuevo año se devela y se inicia una nueva obra teatral. El inmenso teatro del mundo inicia su función. Los humanos actuamos, según el papel del designio de los amos de este mundo. Nos convertimos en marionetas, en payasos, en acróbatas o tal vez en animales amaestrados que agachamos la cabeza cuando el amo hace sonar su látigo. De vez en cuando estiramos las manos para recibir los aplausos hipócritas del público que gozan de vernos actuar, como máquinas digitadas a control remoto. Nuestra tristeza se esconde en la fingida sonrisa que brota de nuestros labios escondiendo nuestro dolor, nuestra tristeza, nuestra humillación. Mientras tanto, nuestra sangre fluye, cual Amazonas, furiosa por nuestras venas cargada de coraje, de rabia, de impotencia buscando el camino para estallar, pero las circunstancias de la vida hacen que estrelle en la dermis de nuestros rostros. Y la función debe continuar…
El telón cae, los faros se apagan, la música también. El público se retira satisfecho de haberse divertido por un billete. Los actores extenuados estiran su mano, para recibir la paga, y una moneda raída cae en la mano clamorosa. Caen las caretas de la faz de los actores dando pase a la cruda realidad y una lágrima delatora apaga el coraje, la rabia, la impotencia… Y la función debe continuar… ¿Hasta cuándo?..