domingo, 18 de abril de 2010

“La muerte es cruel, es injusta”

La muerte es cruel, es impredecible y aparece en el momento menos pensado, es como un terremoto que llega abruptamente y arrasa todo lo que encuentra a su paso y deja dolor, miseria y destrucción. “La muerte es cruel, es injusta”— dicen algunos— se lleva a los más buenos, a los más trabajadores; a los que trascienden con sus acciones y que aún están en la primavera de la vida y vienen los porqué, los lamentos y clamamos a Dios exigiendo una explicación ¿Por qué, Señor, por qué? Y la blasfemia brota de nuestros corazones acusando a Dios de esta intempestiva muerte o dirigimos nuestro dedo acusador hacia los familiares, hacia los enemigos o amigos del difunto. ¿Quién será el culpable? …

La muerte empieza cuando nacemos, cada día que vivimos nos acercamos más a ella; un cumpleaños que celebramos, es un año menos de vida. Nadie supo cuando iba a nacer, ni sabe cuándo va a morir: puede ser hoy, puede ser mañana o, tal vez, pasado mañana. Nuestro tiempo de vida ya está escrito en El Libro de la Vida: así corramos o caminemos lento, ese día llegará. Pero muchos dice— ¿Por qué se van los que más queremos? Tan joven, tan buena gente, fue el mejor…

Después de la muerte vienen los elogios, vienen los reconocimientos y se le da el valor real a un ser humano. Pero ya es tarde; porque aquel cuerpo inerte, ya no escucha, ya no ve, ya no siente esas manifestaciones de cariño, que le pudieron dar un minuto de felicidad y endulzar un momento esta vida amarga, cruel o tal vez le pudo dar un minuto más de vida…

¿Por qué los humanos somos tan ingratos? …

AL MAESTRO QUE SE FUE

Rufino Ayala Rodríguez;
Te fuiste, como una estrella fugaz del firmamento
dejando angustia, tristeza y dolor.

Tu familia, tus alumnos y amigos,
No comprendemos tu partida intempestiva.
Tal vez fuimos ciegos al no ver
que tu vida se extinguía lentamente;
pero, tú, valiente te aferrabas a la vida
con la fortaleza de un hombre luchador.

Hoy consternados de dolor, recordamos
tu breve paso por la tierra.
Tal vez fuiste un ser incomprendido,
tal vez es tarde, reconocer tu gran valía.

Pero, hoy tu pueblo te valora.
Reconoce tu trabajo, tu humildad;
tu compromiso con la gente,
tu rol de padre y educador.
Pero, ya no ves, ya no escuchas:
¡Perdón, Rufino, perdón!

Rufino Ayala Rodríguez:
Hermano, amigo, maestro
¡ Descansa en paz!