A todas la madres del mundo, muchas felicidades en este día. ¡Gracias, madrecitas! por habernos dado la vida! ¡Gracias por habernos criado!¡Gracias por ser tan compresivas y de dar su preciada vida en moldearnos y hacernos personas de bien.¡Perdón por no comprenderlas, cuando nos reprenden para nuestro bien! ¡Perdón por no reconocer su sacrificio!¡perdón por no reconocer, su valía, cuando está en vida y recién lo hacemos cuando ya no están con nosotros! ¡Gracias madres del mundo, por ese bendito oficio de ser madres!
Gracias, Dios mío, por habernos dado un ser maravilloso que es el ángel guardián y protector de nuestros días. Béndicelas y dazle valor para enfrentar los sinsabores de este viejo mundo..
Prof. Víctor Francisco Pingo Guzmán: Narraciones, poemas y comentarios literarios y otros...
domingo, 9 de mayo de 2010
SUFRIMIENTO DE LAS MADRES DEL MUNDO
Hoy el cielo ha llorado,
ha llorado amargas gotas de agua
de ver angustia
en el sufrido rostro de una madre.
Ha llorado, sí, ha llorado.
Ha llorado de ver a la madre
ir de puerta en puerta
en busca del pan de cada día…
Pero esas puertas se cierran
y la madre se obliga
a vender sus aves,
a vender sus prendas
o a vender su fuerza de trabajo
que es lo único que le queda.
Hoy el cielo ha llorado,
ha llorado de ver a una madre,
de llegar a casa poco alimento;
mientras sus hijos, inocentes:
corretean, juegan y saltan de alegría,
y ella resignada saborea
la satisfacción de poder alimentarlos.
Hoy el cielo ha llorado.
Sí, ha llorado,
ha llorado de ser testigo
del sufrimiento cruel
de las madres de este mundo.
ha llorado amargas gotas de agua
de ver angustia
en el sufrido rostro de una madre.
Ha llorado, sí, ha llorado.
Ha llorado de ver a la madre
ir de puerta en puerta
en busca del pan de cada día…
Pero esas puertas se cierran
y la madre se obliga
a vender sus aves,
a vender sus prendas
o a vender su fuerza de trabajo
que es lo único que le queda.
Hoy el cielo ha llorado,
ha llorado de ver a una madre,
de llegar a casa poco alimento;
mientras sus hijos, inocentes:
corretean, juegan y saltan de alegría,
y ella resignada saborea
la satisfacción de poder alimentarlos.
Hoy el cielo ha llorado.
Sí, ha llorado,
ha llorado de ser testigo
del sufrimiento cruel
de las madres de este mundo.
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