sábado, 30 de mayo de 2015

ENTRAMAR

Prólogo

La literatura de estas tierras solares nos ofrece distintas vertientes de sus productos narrativos; algunos escritores han apostado por la aventura creativa a través de la utilización de las técnicas modernas, cuyo primer hito es El viejo saurio se retira, clásico de la narrativa de Miguel Gutiérrez; otros han fortalecido y enfilado todo su talento en la vertiente costumbrista y le han dado un brillo notorio, no aquel que ve al poblador piurano desde un escritorio o con binoculares, sino el que conoce sus visiones reales y sus anhelos más soterrados. Y es en esta línea que encontramos a Taita Dios nos señala el camino, La embestida del Carnero y Hueso duro, como cuentos representativos, o la narrativa de Javier Vílchez  y Jorge Tume, dos jóvenes que apuestan por revalorizar el mundo rural, desde una visión holística de la literatura; una línea que se sustenta en el ejercicio narrativo comprometido y no el palabreo vacuo que solo nos trae el desencanto y la valoración de lo sencillo y de fácil interpretación.

Algunos estudiosos reducen la literatura piurana a la expresión costumbrista, pero está claro que el hombre piurano con sus giros lingüísticos y su piajeno es solo una parte de un extenso universo; el poblador no debe ser visto como un ser de decoración; se debe ir más allá de los extramuros de una ciudad que no conoce sus expresiones literarias profundas y que ve en su escritura literaria una alegoría a la vida campestre; y es tarea de los escritores, apostar su talento creativo para superar las vallas y crear un espacio real, no aquel que ha mostrado un poblador absorto en sus problemas cotidianos y con gran ataraxia frente a su situación social y personal.

La literatura piurana se ha caracterizado por plasmar el habla popular, el lenguaje demótico de sus pobladores; un lenguaje lleno de símiles y refranes que nos remontan al espíritu imperecedero de las cumananas, que no son otra cosa que artefactos de la lírica popular. Y allí, existe la dulzura de las palabras bien dichas al atardecer, el canto del chilalo que ordena un nuevo día o el andar pausado de las acémilas que nos denota el trajín de los hombres de esta parte del Perú. La literatura ha hecho posible un acercamiento al sentir del poblador. Encontramos en estas páginas una expresión contra el sistema de opresión social y personal, el ensimismamiento ante la adversidad, y, de otro lado, una disconformidad contra el orden establecido por los hombres mismos; un mundo onírico que se mezcla con la realidad; una respuesta que nos traslada a la reflexión seria de los males actuales de los pueblos piuranos. Los cuentos de Víctor Francisco  Pingo Guzmán, siguiendo los matices apuntados por Rigoberto Meza, son realistas y presentan una serie de líneas de acción: histórica, social, sicológica y costumbrista.

Este libro de cuentos representa un fuerte lazo con la tradición, el mismo que no cae en los sentimientos patrióticos exacerbados de una etnia; este libro se ocupa de cohesionar expresión religiosa, creencias, formas de vida y costumbres de los pobladores de Colán, tomando como recurso válido las fuentes de la oralidad y el lenguaje cotidiano.


Fabián Bruno Remigio