Prólogo
La
literatura de estas tierras solares nos ofrece distintas vertientes de sus
productos narrativos; algunos escritores han apostado por la aventura creativa
a través de la utilización de las técnicas modernas, cuyo primer hito es El viejo saurio se retira, clásico de la
narrativa de Miguel Gutiérrez; otros han fortalecido y enfilado todo su talento
en la vertiente costumbrista y le han dado un brillo notorio, no aquel que ve
al poblador piurano desde un escritorio o con binoculares, sino el que conoce
sus visiones reales y sus anhelos más soterrados. Y es en esta línea que
encontramos a Taita Dios nos señala el
camino, La embestida del Carnero
y Hueso duro, como cuentos
representativos, o la narrativa de Javier Vílchez y Jorge Tume, dos jóvenes que apuestan por
revalorizar el mundo rural, desde una visión holística de la literatura; una
línea que se sustenta en el ejercicio narrativo comprometido y no el palabreo
vacuo que solo nos trae el desencanto y la valoración de lo sencillo y de fácil
interpretación.
Algunos
estudiosos reducen la literatura piurana a la expresión costumbrista, pero está
claro que el hombre piurano con sus giros lingüísticos y su piajeno es solo una
parte de un extenso universo; el poblador no debe ser visto como un ser de
decoración; se debe ir más allá de los extramuros de una ciudad que no conoce
sus expresiones literarias profundas y que ve en su escritura literaria una
alegoría a la vida campestre; y es tarea de los escritores, apostar su talento
creativo para superar las vallas y crear un espacio real, no aquel que ha
mostrado un poblador absorto en sus problemas cotidianos y con gran ataraxia
frente a su situación social y personal.
La
literatura piurana se ha caracterizado por plasmar el habla popular, el
lenguaje demótico de sus pobladores; un lenguaje lleno de símiles y refranes
que nos remontan al espíritu imperecedero de las cumananas, que no son otra
cosa que artefactos de la lírica popular. Y allí, existe la dulzura de las
palabras bien dichas al atardecer, el canto del chilalo que ordena un nuevo día
o el andar pausado de las acémilas que nos denota el trajín de los hombres de
esta parte del Perú. La literatura ha hecho posible un acercamiento al sentir
del poblador. Encontramos en estas páginas una expresión contra el sistema de
opresión social y personal, el ensimismamiento ante la adversidad, y, de otro
lado, una disconformidad contra el orden establecido por los hombres mismos; un
mundo onírico que se mezcla con la realidad; una respuesta que nos traslada a
la reflexión seria de los males actuales de los pueblos piuranos. Los cuentos
de Víctor Francisco Pingo Guzmán,
siguiendo los matices apuntados por Rigoberto Meza, son realistas y presentan
una serie de líneas de acción: histórica, social, sicológica y costumbrista.
Este
libro de cuentos representa un fuerte lazo con la tradición, el mismo que no
cae en los sentimientos patrióticos exacerbados de una etnia; este libro se
ocupa de cohesionar expresión religiosa, creencias, formas de vida y costumbres
de los pobladores de Colán, tomando como recurso válido las fuentes de la
oralidad y el lenguaje cotidiano.
Fabián Bruno Remigio